'Operación Northwoods', el plan de atentados con el que EE.UU. quería justificar una invasión
Fondeado en la bahía de La Habana, el 'Maine', acorazado de la marina estadounidense, estalla en llamas y mueren las tres cuartas partes de su tripulación. El buque había llegado días atrás a Cuba, en el marco de lo que Washington definió como una "visita amistosa" a la que todavía era una de las dos colonias que le restaban a España en el Caribe. Es el martes 15 de mayo de 1898 y, un mes más tarde el incidente es utilizado por EE.UU. como argumento para iniciar una guerra contra Madrid. Vencieron, tomaron militarmente la isla e instalaron la base de Guantánamo.
Seis décadas más tarde, el evento no había sido olvidado en Washington. El éxito propagandístico entonces alcanzado –objeto de controversias hasta el presente, pues existe la presunción fundamentada de que se trató de una operación de falsa bandera– le hizo creer al Estado Mayor Conjunto de EE.UU. que sería una buena idea reflotar el procedimiento, ahora con otro rostro pero con los mismos objetivos geográficos y políticos: derrocar en la mayor de las Antillas a un Gobierno no alineado con sus intereses. Era marzo de 1962, la Casa Blanca estaba ocupada por John F. Kennedy y en Cuba se había erigido el liderazgo de Fidel Castro.
"El Estado Mayor Conjunto ha examinado el memorándum adjunto para el jefe de Operaciones del Proyecto Cuba, que responde a una solicitud de esa oficina para que se describan brevemente pero con precisión los pretextos que podrían justificar una intervención militar de los EE.UU. en Cuba", se lee en una comunicación suscrita por el entonces jefe del Estado Mayor Conjunto de EE.UU., Lyman Lemnitzer, dirigida al secretario de Defensa, Robert McNamara.
"El Estado Mayor Conjunto ha examinado el memorándum adjunto para el jefe de Operaciones del Proyecto Cuba, que responde a una solicitud de esa oficina para que se describan brevemente pero con precisión los pretextos que podrían justificar una intervención militar de los EE.UU. en Cuba".
Tanto ese documento como los esbozos de posibles acciones para conseguir un pretexto creíble que justificara una invasión militar de EE.UU. en Cuba, se inscribían dentro de la 'Operación Northwoods', subsidiaria a su vez de la 'Operación Mangosta', donde convergieron todos los planes secretos que urdieron o pusieron en marcha las autoridades estadounidenses, desde Kennedy en adelante, para deponer al líder cubano Fidel Castro por cualquier medio, incluido el magnicidio, como reveló en abril de 2001 el investigador James Bamford, adscrito al portal The National Security Archive.
A modo de síntesis, se argumenta allí que "un plan de este tipo permitiría combinar una acumulación lógica de incidentes con otros acontecimientos, aparentemente no relacionados, para camuflar el objetivo final y crear la impresión necesaria de temeridad e irresponsabilidad cubanas en gran escala, dirigidas contra otros países y los EE.UU. […]. El resultado deseado de la ejecución de este plan sería poner a EE.UU. en la aparente posición de sufrir agravios por parte de un gobierno cubano temerario e irresponsable, y desarrollar una imagen internacional de amenaza cubana a la paz en el hemisferio occidental".
No salió adelante esa propuesta, muy probablemente porque Kennedy la desestimó. Para evaluar el porqué de la negativa del mandatario, es preciso considerar, entre otros asuntos, que 11 meses antes había tenido Washington que cargar con el costo de la vergonzosa derrota de la fallida incursión en Bahía de Cochinos, que, aunque ejecutada por cubanos anticastristas, fue abiertamente financiada y militarmente apoyada por las autoridades estadounidenses.
En adenda, en el documento se condicionaba la viabilidad del plan a la obtención de "una certeza razonable de que la intervención militar de los EE.UU. en Cuba no involucraría directamente a la Unión Soviética", aunque este aspecto se matizó considerando que la isla no formaba parte del Pacto de Varsovia, la alianza militar que suscribieron Moscú y la mayoría de los países del Este de Europa tras el advenimiento de la Guerra Fría.
Aunque la revelación no es reciente, la confirmación de la 'Operación Northwoods' se hizo viral en las redes sociales luego de que el actual presidente estadounidense, Donald Trump, anunciara el pasado 15 de enero que había ordenado abrir el resto de los archivos vinculados con el magnicidio de Kennedy y el posterior homicidio de su hermano Robert, así como los que corresponden al asesinato del líder en la lucha por los derechos civiles Martin Luther King.
Estos casos han sido objeto de numerosas interpretaciones y hay quien considera que la Agencia Central de Inteligencia de EE.UU. (CIA) estuvo detrás de esos crímenes, que se constituyeron, cada uno a su manera, en parteaguas en la historia de la nación norteamericana. Aunque no hay pruebas fehacientes al respecto, quienes defienden este punto de vista alegan que la Casa Blanca ha demostrado ser capaz de eliminar a quien fuere, incluso a sus propios ciudadanos, con tal de alcanzar sus objetivos geopolíticos. Como, justamente, lo muestra el documento clave de la 'Operación Northwoods'.
El fin justifica los medios
Aunque la idea original de los proponentes de la 'Operación Northwoods' era trazar un plan por fases y con tiempos claramente definidos, la evidencia disponible muestra que ello no se concretó. En su lugar, optaron por elaborar una lista de "proyectos" que pudieran eventualmente servir para alcanzar el objetivo deseado.
En primera instancia, se plantearon la simulación de un ataque contra la base militar de Guantánamo. Para darle verosimilitud a esa opción, los militares estadounidenses contemplaron "iniciar (muchos) rumores" con ayuda de radios clandestinas, usar a cubanos aliados de EE.UU. en el terreno para fingir un asalto y luego capturarlos para culpar a La Habana, desatar "disturbios cerca de la puerta principal de la base" y "hacer estallar municiones dentro de la base; iniciar incendios".
También se consideró sabotear aeronaves dentro de la instalación militar, "lanzar proyectiles de mortero desde el exterior de la base hacia la base" en procura de dañar parcialmente las instalaciones, "capturar equipos de asalto que se acerquen desde el mar o las cercanías de la ciudad de Guantánamo", "capturar al grupo de milicianos que asalte la base", sabotear el puerto y desatar "grandes incendios".
Como colofón –y en explícita alusión al incidente del Maine–, se sugirió "hundir un barco cerca de la entrada del puerto" y "celebrar funerales para las víctimas simuladas".
La simulación de tales eventos tenía como propósito declarado crear "incidentes que permitan establecer la verosimilitud de un ataque". Así, "EE.UU. respondería ejecutando operaciones ofensivas para asegurar el suministro de agua y energía y destruyendo los emplazamientos de artillería y morteros que amenazan la base", y luego procedería a "iniciar operaciones militares estadounidenses en gran escala".
En cuanto a las operaciones "a gran escala", se mencionaba que debían ser de un tipo tal que "recuerden al Maine". De tal manera, se propuso abiertamente "hacer estallar un barco estadounidense en la Bahía de Guantánamo y culpar a Cuba", "hacer estallar un avión teledirigido en cualquier lugar de las aguas cubanas" y luego usar la razonable presencia de aviones y barcos cubanos, como "prueba convincente de que el barco fue atacado".
"Podríamos desarrollar una campaña de terror comunista cubano en el área de Miami, en otras ciudades de Florida e incluso en Washington".
Otra de las opciones consistía en "simular una maniobra obstruccionista 'con base en Cuba y apoyada por Castro' contra una nación caribeña vecina. El basamento de este curso de acción consistía en endilgarle al líder revolucionario el respaldo a "esfuerzos subversivos" en Guatemala, Haití, Nicaragua o República Dominicana.
En adenda, se propuso simular un ataque aéreo contra un vuelo civil, con aviones camuflados para hacerlos parecer cubanos. "Es posible crear un incidente que demuestre de manera convincente que una aeronave cubana atacó y derribó un avión civil fletado en ruta desde Estados Unidos a Jamaica, Guatemala, Panamá o Venezuela", apunta el texto.
Empero, lo más cruento de la citada operación es que EE.UU. contempló también la opción de atentar contra sus propios ciudadanos. "Podríamos desarrollar una campaña de terror comunista cubano en el área de Miami, en otras ciudades de Florida e incluso en Washington", se lee en el documento. Entre los blancos posibles se mencionan "refugiados cubanos" y se sugiere "hundir un barco lleno de cubanos en ruta hacia Florida (real o simulado)". Aunque no se dice, nada garantizaba que los propios estadounidenses no se convirtieran en víctimas de esas acciones terroristas.
La falsa bandera como premisa
Con independencia de los métodos que se decidieran, los planes del general Lemnitzer y su equipo estaban sustentados en una misma premisa: la puesta en marcha de una operación de bandera falsa para derrocar a un Gobierno no afín a los intereses de Washington. A los medios y amenazas militares se han sumado las coerciones económicas, y el caso cubano es una muestra ejemplarizante al respecto.
Por ello, aunque resulte evidente que la 'Operación Northwoods' no llegó a ejecutarse, o no con éxito, ese mismo 'modus operandi' puede identificarse sin esfuerzo en otros momentos de la historia reciente, bajo retóricas parecidas a las que, en su día, pretendiera emplear la Casa Blanca para justificar ante la opinión pública una intervención militar en Cuba.
En esa misma década de 1960, EE.UU. aplicó con éxito una operación de falsa bandera en el célebre y bien documentado incidente del golfo de Tonkín, en Vietnam, con el cual se acusó a Hanói y a su Ejército Popular de Liberación de atacar a barcos estadounidenses, para así justificar el ingreso de la potencia norteamericana en la guerra que se libraba en la nación asiática.
Si bien es cierto que hubo un primer enfrentamiento armado el 2 de junio de 1964, Washington simuló un segundo ataque, que nunca se produjo y que luego se usó como pretexto el supuesto fallo de los organismos de inteligencia. El resultado es bien conocido: aunque las tropas estadounidenses fueron derrotadas, eso fue a condición de la muerte de millones de vietnamitas, laosianos y camboyanos, y del bombardeo intensivo de los campos con napalm, cuyos efectos todavía aquejan a esa población.
Aún flotan en el pasado reciente las afirmaciones de altos mandos estadounidenses sobre la existencia de armas de destrucción masiva en Irak, lo que devino en una invasión militar de Washington y sus aliados contra la nación árabe, y se tradujo no ya en la caída de Saddam Hussein, sino en más de un millón de muertos, miles de heridos, millones de desplazados, inestabilidad política y devastación generalizada.
En suma, aunque no siempre se trate de intervenciones militares, las operaciones encubiertas de cambio de régimen y de simulación de hechos para justificar agresiones se muestran, históricamente, como parte consustancial de la política exterior estadounidense, presta a enfilar ese arsenal contra cualquier Gobierno que se les oponga.